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A veces, sola y aburrida, me recuesto y te pienso; me pregunto qué haces, si harás lo de siempre en aquellas épocas: trasnochar sin sentido, estudiar si acaso, conversar a veces, o jugar juegos de mesa. Me pregunto si te podré contactar, y si me podrás o me querrás contestar. Pienso eso en un instante, y en seguida lo ignoro: no solo pensarlo es echar a volar mis pensamientos en la esfera de la imaginación, también soltarlos en algo ínfimo, provocado por algo insubsistente, una mera proyección, un mediano deseo, una nostalgia de nada, de nada comprobable, de nada verdadero.

A veces, luego de pensarte por un instante, me doy vuelta, cierro mis ojos y sueño; en esas ocasiones, cuando sueño, pierdo la noción de estar soñando; ya la he perdido, antes siempre la tenía. En el sueño puedo deslizarme por conexiones arbitrarias de pensamientos, recuerdos, creaciones de todo eso, en ese instante puedo pensar, dejarme llevar y creerlo verdadero mientras lo sueño; a mis sueños los puedo dar por verdaderos al soñarlos, y también despierto en tanto son sueños; contrario a eso, al pensar demás cuando te pienso sé que nada es verdadero, y que de serlo es presunto, inferido de experiencias expuestas a indeterminadas sospechas, atadas a la contingencia, carentes de veracidad.

Por eso, cuando estoy sola y aburrida, te pienso, y luego sueño: prefiero imaginar lo verdadero a inferir lo incierto.

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