Salte la navegación

A veces, sola y aburrida, me recuesto y te pienso; me pregunto qué haces, si harás lo de siempre en aquellas épocas: trasnochar sin sentido, estudiar si acaso, conversar a veces, o jugar juegos de mesa. Me pregunto si te podré contactar, y si me podrás o me querrás contestar. Pienso eso en un instante, y en seguida lo ignoro: no solo pensarlo es echar a volar mis pensamientos en la esfera de la imaginación, también soltarlos en algo ínfimo, provocado por algo insubsistente, una mera proyección, un mediano deseo, una nostalgia de nada, de nada comprobable, de nada verdadero.

A veces, luego de pensarte por un instante, me doy vuelta, cierro mis ojos y sueño; en esas ocasiones, cuando sueño, pierdo la noción de estar soñando; ya la he perdido, antes siempre la tenía. En el sueño puedo deslizarme por conexiones arbitrarias de pensamientos, recuerdos, creaciones de todo eso, en ese instante puedo pensar, dejarme llevar y creerlo verdadero mientras lo sueño; a mis sueños los puedo dar por verdaderos al soñarlos, y también despierto en tanto son sueños; contrario a eso, al pensar demás cuando te pienso sé que nada es verdadero, y que de serlo es presunto, inferido de experiencias expuestas a indeterminadas sospechas, atadas a la contingencia, carentes de veracidad.

Por eso, cuando estoy sola y aburrida, te pienso, y luego sueño: prefiero imaginar lo verdadero a inferir lo incierto.

Desde que me di cuenta de cuánto me podría llegar a doler una decepción, traté de mantener distancia de cualquier relación que pretendiera fuertes afectos. Cuando te conocí, también mantuve mis reservas. Luego de un tiempo acostumbrándome, debo confesar, maravillosamente, a ti, y quizás después de acceder a sincerar mi gusto, y de conocer tus sensibles pretensiones, me sentí afectada, y también esperanzada, de que fuera posible revivir mis emociones. Pensé en todo lo que había ocurrido, insistí en mantener mis reservas. Con todas las dudas del caso en mente, logré reflexionar y concluir que, a pesar de mi inmenso padecer (que he aspirado a no volver a sentir), mis instantes de alegría en mi estar enamorada eran plenamente deseables, inigualables con cualquier otro estado. Eran bellos, eran eso. También llegué a otra conclusión: Si podía sentir algo así, y si era tan bello ¿Por qué no volver a sentirlo? Habiendo ya una mayor simpatía, la experiencia podría entregarme insuperables momentos. Podría disfrutar, con hermosos instantes, un verdadero amor. Muy lejos vi el pesimismo, y la oscuridad inevitable, lo suficiente para no lamentar esos futuros afectos.

Para bien o para mal, quizás mucho más para bien, algo, desconozco qué, interrumpió ese proceso de llegar a ‘más que quererte’. Tomaste distancia (¿también la habré tomado yo?), y mis incontenibles instantes de querer volver a verte, de siquiera tener un momento para hablarte, se encontraron con frustrantes y abundantes ausencias que fueron nublando cualquier esperanza de retomar el proceso, hasta casi eliminarlo por completo, ya fuera porque mis proyectados afectos, tras tales ausencias, se fueron deteriorando, desgastando, agotando, en el mejor caso para ser reemplazados por ‘prematuras’ desilusiones; también, quizás, fuera porque lo mismo ha debido ocurrir contigo, o porque antes de seguir en el proceso, ya había algo que te había provocado decidir cortarlo, así, a secas, sin ninguna conclusión, sin previo aviso. Unas disculpas temporales por tu silencio, tras una discreta insistencia, han sido la única respuesta que he podido obtener tras todo esto.

Antes de extender la proyección de mis afectos, decidí restringirlos, y por así decirlo «abortar el proceso». Es muy peculiar que mi desilusión ya pese tanto tras el abrupto corte; ya con el precedente, y con la medida de mi actual lamento, he llegado a calcular un aproximado de tristeza insoportable. Como me diste la oportunidad (¿o te la di yo? aún no lo sé) de evitar el surgir de un sentimiento, decidí desechar mis proyecciones del todo. Es un buen momento, antes de correr el riesgo de reír y llorar al mismo tiempo; de sufrir hasta el cansancio, sonriendo, si soy afortunada, muy de vez en cuando.

Me comentó que había besado a una de sus amigas el día anterior, que lo había hecho repentinamente, y que toda la noche había querido hacerlo. También me dijo que no lo había disfrutado, y que al instante de probar los labios de su amiga, sintió repulsión, al punto de alejarla, con un empujón, de los suyos. Me contó que su objetivo fue probar qué se sentía, y que con ello había ganado claridad en muchas cosas. Me comentó que examinaba así su gusto por besar.

Me preguntó qué me gustaba de besar; le comenté que no sabía; me preguntó qué podría hacer para identificar mi gusto por un beso, y contesté que creía no poder llegar a saberlo y que, además, la simple prueba no me parecía suficiente para tratar de describir mi gusto. Después le pregunté lo que me preguntó, miró al piso haciendo un gesto de vergüenza, y me dijo que tampoco lo sabía; luego le pedí que nos fuéramos.

He dicho todo lo que podía decir, he recalcado cada cosa, cada detalle, cada punto, todas esas cosas, justificadas como tal para que carezcan de duda. Todo eso lo he dicho, con todo el ánimo que le pueda transmitir a la palabra. Debo sentirme bien ahora, me fue suficiente ya. No quiero tocar nada, no quiero mirar nada, quiero solo olvidar todo eso. Ningún recuerdo que me remita a tal cosa. No más. Sé de todo eso que me duele, sé que no le importa, pero ya no me interesa. No es más… quisiera cambiar mi vida; ojalá pudiera.

Y no es por razones de nostalgia, solo que, a veces, no podemos evitar sentirnos así. Esa cosa en el estómago, ese pensamiento en la luna, esos ojos mirando un punto fijo, real superficialmente, pero falso, nos miramos a nosotros mismos tan solo ¿Qué podemos hacer? Nada, en absoluto. A veces quiero tocar las estrellas, saltar e intentar ver qué tan lejanas están, para usar una escalera y bajarlas con cuidado, sosteniéndolas tan solo con mis delgados dedos. No resulta tan incoherente si me lo sueño y, al menos en mi mente, lo experimento. Mis últimos sueños, mezclados con mis pensamientos, solo me han atormentado; me han hecho llorar porque todo eso es tan inevitable, que no me extrañaría abrir la puerta y nunca volver a entrar. Al respecto, nada que se pueda hacer. Miro un punto fijo, y no es un punto fijo, es mi mente. Hoy no camino, lo hace mi mente; hoy no me muevo, lo hace mi pensamiento; hoy no siento, mi mente piensa y concluye que debe sentir.

Por un momento de mi vida, haciendo una pausa y hasta que pueda regresar a mis labores, me esforzaré por ser feliz. He decidido matar algo que nunca debió surgir y que ni siquiera existió. Darle muerte, destruirlo por completo y olvidar, porque no puedo hacer otra cosa. Y sí, te parezca o no, voy a ser feliz; esta vez cambiaré la balanza, ya te di gusto, ya distraje tus penas, ya disfrutaste de mis desdichas; ahora yo disfruto de la tragedia de olvidarte. Eras una gangrena y tuve que amputarte de mis pensamientos. Y repito lo que te dije, eres lo peor que me ha pasado (y créeme que no exagero).

Puedes quedarte con tu cuento de hadas, pensando que pronto descubrirás a tu doncella, porque yo intenté serlo, toqué a tu puerta, la abriste y me la cerraste en la cara ¿Acaso creías que yo siempre iba a estar esperando a que no tuvieras una mejor opción? ¿Creías que yo iba a estar ahí siempre? Te equivocaste, pensaste mal. Alguna vez te lo dije y sentiste seguridad. Ahora no estoy ¿Qué piensas hacer?

Alguna vez te dije que tenía ojos solo para tí. Adivina, estoy perdiendo la vista ¿no habías notado que cada día veía menos? Ni siquiera en eso te fijaste; y ni se diga de mi memoria. Porque no, yo no estaba jugando, yo no quería molestarte, yo te quería en serio; pero tu no, nunca fue así, y una noche simplemente me borraste de tu mente con naturalidad tal que siento que todo mi tiempo contigo fue tiempo perdido porque, por un instante y ante una suave insinuación, me olvidaste por completo.

De ahora en adelante seré feliz, me esforzaré por serlo, a mi manera y a mi agrado, porque siempre supe que pude no conocerte y caí en el error de hacerlo, incluso en contra de mi voluntad. Solo puedo decirte que, en este juego que tanto intentabas ganar, tu jugadora más fiel te ha abandonado y ten por seguro que, con irme, ya perdiste.

¿Por qué me mientes? No recuerdo haber yo hecho tal cosa. Si acaso consideras que debes hacerlo, no te desgastes en esconder aquellas cosas que te harían tan vulnerable. Estoy tan cansada, que ya no puedo advertir hasta cuándo estaré ahí; cuando parta te darás cuenta de todo. El problema está en que formo parte de ti y no puedo dejarte porque sé que te haría un mal. No puedo esperar a verte bien para luego irme; el alma se me cansó, el cuerpo puede resistir cualquier embate, pero mi esencia no. Mientras tanto tu sigues convencido de que voy a seguir allí. Sigue soñando, porque es un sueño, una vaga ilusión, como todo lo que sientes hacia mi y como la seguridad que tienes sobre mis sentimientos. Estoy más que segura que no te imaginas siquiera que todo lo que siento puede morir, y mi triste corazón se sonríe con esa latente posibilidad de olvidarte y abandonarte.

Anoche, saliendo de una oficina de la sucursal, y mucho antes de darme cuenta que estaba perdiendo mi tiempo, la encontré. Se detuvo hablarme; me detuve hablarle. Se acercó a mí con mucha confianza, me preguntó sobre los hechos de la última semana. Le contesté, correspondiendo a su confianza. Me preguntó qué «íbamos» hacer; le dije que me «iba» a casa. Nos despedimos, con la misma confianza. Mientras salía de allí, recordé que con ella siempre había algo distinto. No se me salió de la cabeza en toda la noche. Ya es otro día, y estoy escribiendo una entrada contando nuestra conversación de no más de cinco minutos. Definitivamente, hay algo que me atrae.

Yo no logro comprenderte. Te entiendo, pero no es suficiente. Me haces sentir muchas cosas; me desmuestras tanto que me doy por satisfecha. Pero no es suficiente para tí y a la vez te parece suficiente. A veces creo que no eres sincero; quieres que esté cerca de ti, pero me haces entender que eso te tiene sin cuidado ¿me quieres tener y a la vez no tenerme? No comprendo. Yo sé, aún falta tiempo, pero me pregunto, el día que lo logremos… ¿llegará? Ambos hemos luchado incluso en contra de nuestros propios prejuicios y aún así no basta. Sé muy bien que he sido la causante de muchos contratiempos, pero a veces siento que, por más que me esfuerzo, hay cosas que tú no me facilitas. Déjame ver qué pasa por tu mente, déjame entender eso que sientes, quiero tener al menos seguridad en eso, después cualquier cosa vendrá.

Cuantas cosas he dejado, y no sé hasta qué punto ha sido en vano. Creí que tomando una decisión podría ser más fácil, creí que sería pronto, según parece por el afán retrasé todo. Aún siento tener paciencia suficiente para continuar, me pregunto si tú la tendrás.

Hace un tiempo renuncié a mi trabajo, influida por declaraciones de guerra completamente bobas y porque ví la posibilidad de una oportunidad mejor en otra parte. Empecé a buscar una residencia y un amigo de lejos me ofreció su casa. Me pareció interesante la idea de compartir con alguien más mi hogar, con una persona que, aparentemente, compartíamos muchas cosas (somos del mismo lugar de origen e incluso trabaja en la misma empresa). Grave error, porque le dí prioridad al hecho de ser él que a mis ventajas.

En primer lugar, me queda muy lejos del trabajo, no tan lejos como pareciera, pero puedo estar mucho más cerca. En segundo lugar me ofrece comodidades incómodas: Tengo acceso a cuanta cosa hay en la casa pero… ohh sorpresa, la casa está siendo arreglada, y no tiene muchas de las cosas que necesito. En tercer lugar me toca pagar transporte, sea cerca o sea lejos. En cuarto lugar me exige que arregle mi cuarto y mi baño… y él utiliza mi baño y lo deja «lindísimo». En quinto lugar se la pasa preguntándome por mis amigas y lanza comentarios que a mi, sinceramente, no me gustan. En sexto lugar me pide explicaciones para todo, mamera total, para esa gracia vuelvo a casa y me quedo tejiendo al lado de mamá.

Es demasiado sobreprotector, lo cual me gusta, pero no más. Además, luego de hacer tour por otro lado (muy cerca a mi lugar de trabajo) me di cuenta que me está cobrando mucho en comparación con otros hogares. En definitiva, ayer decidí buscar hogar nuevo. No estoy pidiendo cocina, pues yo no cocino porque ni tiempo me queda, tampoco estoy pidiendo lavaropa, solo una lavandería cercana, y eso es algo que incómodamente me ofrece, lo único que sí quiero es un baño privado, y todo eso que sea económico, y fin de la historia. Definitivamente estoy poco convencida de mis ventajas en esta casa.

Yo sé que necesito un lugar más cercano. Es que en realidad, para pagar tanto, preferiblemente me quedo cerca del trabajo. No busco lujos ni exclusividad, y eso ni siquiera eso me está dando.

No sé qué pensar, quiero irme ya ¿me ayudan a tomar una decisión?